La situación es, por momentos, dramática. Un hombre, en una sala del hospital Ramón Carrillo, grita de dolor, pide una ayuda que nadie le proporciona. Tiene las dos piernas fracturadas y, ante la ausencia de un médico, los enfermeros no pueden medicar sin autorización.
Entonces el hombre se retuerce de dolor mientras sus familiares esperaban en una sala contigua la atención inmediata.
Fue el domingo a la noche, un momento en el que el hospital central reduce considerablemente su personal. El paciente accidentado llegó cerca de las 21 y pasó por lo menos dos horas en la sala, con la sola ayuda de las esforzadas enfermeras que hicieron lo posible por atenderlo.
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